La tormenta de pasiones en el MPN tal vez no llegará a la tragedia, tal vez se quede en el melodrama. Fue creciendo en intensidad con la furia de la senadora Lucila Crexell contra la conducción de su propio partido y de su propio gobierno. Esa intensidad fue alimentada, a los efectos prácticos, por el propio gobierno, que contestó cada arremetida.
Poco gana el MPN en estos menesteres, aunque parezca inevitable que estos escarceos se den de vez en cuando. Para los críticos del gobierno, el que perdió la coordinación y produjo la salida de la cadena en plena bicicleteada, fue el propio gobernador, Omar Gutiérrez. Para el oficialismo, que se abroqueló con rapidez, fue obviamente la senadora quien desató una versión exagerada de sí misma.
La sucesión de hechos (declaraciones críticas de Crexell, solicitada respondiendo de los intendentes, nuevo documento, más crítico y personalizado, de la senadora, y repudio a éste de parte del vicegobernador Rolando Figueroa y el bloque de diputados del MPN) no alcanza a reflejar el tono melodramático real. Esto se pudo observar oteando algunas intimidades, en donde las posiciones alcanzaron rango de puteadas irreproducibles y llamativas. Finalmente, se llegó a las redes sociales, donde todo se magnifica. El auto-escrache del MPN tuvo allí plenitud efímera, pero plenitud al fin. Por supuesto, no faltaron los inevitables K, que disfrutan en las redes sociales lo que la realidad coyuntural del país les niega.
La simplificación es la norma en este caso. Crexell no vacila en decir que todos los que están enfrente de ella son obsecuentes y aliados del mal que pudre las bases partidarias. Del otro lado, el oficialismo de Gutiérrez-Figueroa contesta con el eje puesto sobre el personalismo presuntamente desvinculado de los intereses comunes, como estigma posible que se deposita sobre la amable humanidad de la joven senadora.
Es posible, solo posible, que se quede todo en melodrama. La tragedia necesita algo de más rigor, que no quede solo en pirotecnia verbal. La tragedia necesita sangre corriendo, muecas de dolor, sufrimiento verdadero.
Hasta ahora, poco de esto se ha visto. Hay mucho de impostación en este capítulo llamativo del MPN a solo seis meses de la nueva gestión. Es casi, casi, una prueba que alguien tal vez se ha tomado el tiempo de organizar, para medir el temple político del gobernador novato. Pero esto, claro, son y serán para siempre especulaciones. La realidad es lo que se ve y lo que se adivina en la sombra de las palabras.
Rubén Boggi